En 1963, El seminario sobre los Nombres del Padre es interrumpido en las siguientes circunstancias:  Lacan es excluido de la lista de didactas de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis por la propia comisión de enseñanza de la cual, hasta ese momento, formaba parte. Su cabeza es el precio que sus colegas aceptan pagar para ser reconocidos por la Internacional.

En la única clase de Introducción a este seminario encontramos lo que podemos considerar como una respuesta política de Lacan, quien responde con un gesto contundente: decide interrumpir en esa clase el curso del Seminario. La interrupción marca así un quiebre, a la vez que descompleta.

De dicha operación resta la clase del 20/11/63, donde Lacan condensa una serie de orientaciones clínicas. Destaco solo algunas: ubica al objeto a, en tanto separado del sujeto, como la causa del deseo. Releva de la metáfora paterna la función del nombre del padre, mientras anticipa una nueva orientación que irá en el sentido de una pluralización de los nombres. Desprende del mito freudiano del padre tres términos: goce, deseo y objeto para poder orientarnos más allá de él.

Lacan, a sabiendas de que dejará este curso en suspenso, parece sembrar de pistas la trama para quien se deje orientar por ella. Como de costumbre, no nos ahorra ningún trabajo…

Entrar por un detalle es la vía que encontré para abordar esta lectura. El detalle en el que hice foco es el Akedá (la ligadura), cita bíblica que Lacan elige para desarrollar el tema del sacrificio tal como se presenta desde la tradición religiosa y que bien podría funcionar como una alegoría de la coyuntura político-institucional de aquel momento. Pero también admite otra lectura, figura la metáfora paterna en tanto se ocupa de distinguir a nivel del padre: el mito, del nombre.  Es en torno a este pasaje que remite al sacrificio de Abraham, donde Lacan señala un nuevo “punto de encuentro” con Kierkegaard, ya que en 1843 el filósofo danés abre su texto Temor y Temblor con dicha meditación.

Encontrar esta coincidencia entre ambos autores me llevó -además de establecer un tándem entre ambos textos- a investigar sobre el lazo Lacan-Kierkegaard, encontrando que las referencias al “padre del existencialismo” son una constante en la obra de Lacan, lo cual no solo acusa que Lacan era un lector de Kierkegaard, sino que invita a pensar: ¿Qué encuentra Lacan en Kierkegaard? O haciendo extensiva la pregunta, podríamos decir: ¿Qué le interesa al psicoanálisis de este autor cuya empresa consistió en no escribir más que “migajas filosóficas”?

La próxima Jornada de Temáticos será una excelente ocasión para continuar profundizando sobre estas lecturas en conversación con otros. ¡Los esperamos!


Durante dos años he participado del Temático “Acto analítico y deseo del analista” en el cual se generaron interesantes discusiones, referencias de lecturas que fuimos compartiendo y el recorrido singular que cada uno fue construyendo.

Particularmente mi recorrido estuvo sostenido por las siguientes preguntas: ¿qué es lo que hace posible que el acto analítico se produzca? ¿Qué, del analista, posibilita su irrupción? Intentar responderlas me llevó a los antecedentes de la noción de acto analítico. Partí desde Freud y su concepto de agieren, tomando este término en relación a la transferencia y su deriva en la contratransferencia.

Contemporáneamente a Freud, Ferenczi comienza con sus teorizaciones en relación al concepto de técnica activa. Este último propone un modo particular de acción por parte del analista que lo aleja de las conceptualizaciones freudianas.

Finalmente Lacan, incorpora la noción de acto analítico como una novedad, algo inédito que irrumpe y que le concierne al analista.

El próximo 1 y 2 de noviembre se realizará la Jornada de Temáticos 2024 en Colegio Estudios Analíticos, en la que conversaremos sobre estos temas tan importantes en nuestra formación.


Asistimos a una época en la que los síntomas de la civilización contemporánea – me gustó esta forma de expresión que encontré en el texto de Doménico Cosenza La comida y el inconsciente –  ponen a prueba los conceptos, por así decir, clásicos del psicoanálisis y por momentos, parecen desafiar sus límites. Si consideramos que la operación de la pérdida de objeto es fundamental para la constitución del ser hablante en relación al deseo y al lazo social, intentaré trazar algún recorrido de este tan vasto tema, sobre los avatares del objeto y el lazo.

María del Rosario Ramírez en la presentación de la Revista ABC La cultura del Psicoanálisis – en el número dedicado a Shakespeare – dijo que Freud y Lacan fueron dos hombres de cultura. Las lecturas de Freud se nutrieron con las obras de los clásicos y de sus contemporáneos vieneses, claves con las que leyó el sufrimiento de su época y produjo al mismo tiempo una ruptura con su descubrimiento del inconsciente. En su trabajo sobre La interpretación de los sueños (1900) el vienés puso en escena elementos de su Proyecto inicial:  vivencia de dolor, vivencia de satisfacción, pérdida del objeto, deseo, que, junto a otros elementos fue transformándolos a lo largo de su obra. En el apartado sobre Los sueños de la muerte de personas queridas (Freud, 1998. p.258) recurrió a Hamlet para ilustrar las principales fantasías ubicadas en la tragedia de Edipo Rey, pero tamizadas por la represión a la vez que evidenció un cambio cultural de una tragedia a la otra.  No abandonó la obra de Shakespeare sin señalar la incidencia del alma del poeta entre las palabras de sus escritos.

Lacan, en su retorno a Freud, recurrió a otros discursos, aportó una razón a la lectura de esos textos y suscitó el interés en muchos otros campos de la cultura. En la misma revista, German García (García, 2017. pp. 35-40) señaló que Shakespeare no fue un invitado frecuente en los escritos de Lacan. También indicó que Hamlet no es un caso clínico ni un ser real, sino un drama que – citando a Lacan en El seminario Libro 6 – al modo de una placa giratoria en la que se situó un deseo, pudo hacer girar la interpretación de las palabras y los actos del personaje, tanto hacia un lado como hacia el otro; esto permitió captar algo más radical que el deseo en el que etiquetan un histérico o un obsesivo. García deslizó una lectura aguda de la tragedia cuando recortó la estrategia de Hamlet, quien, mediante una política diversa abordó la locura política de la generación anterior (García, 2017, p 36.) de lo que resultó un Hamlet decidido en un sentido opuesto al papel que la tradición quiso hacerle jugar. Para J. Lacan, se trate de Poe, Sade, Gide o Shakespeare, el texto literario se presentó en su labor como la ocasión de empujar al psicoanálisis más allá de sus límites. Cuando recurrió a Hamlet articuló el desarrollo de la tragedia al grafo del deseo, duelo y logos y relevó, al igual que Freud, que entre los hilos que componen los sonetos de esta obra el escritor inglés ilustró en su persona un punto totalmente extremo y singular del deseo.

En el marco del Curso anual a cargo de Gabriel Levy, Estudios y Razones en la Enseñanza de J. Lacan a cargo de algunos miembros de la Institución y fundamentalmente, de la investigación a cargo de M. del Rosario Ramírez se abre, entre otras, cierta lectura de los avatares del objeto y del lazo con el fin de abordar una clínica de nuestro siglo. Con este espíritu los invito a participar de las próximas Jornadas de Temáticos en Colegio Estudios Analíticos.


En El Banquete de Platón, un grupo de hombres que habían sido invitados a la casa del poeta Agatón, se reúnen a comer, beber y a hacer -cada uno a su turno- un elogio a Eros, Dios del amor.

En el transcurso de la velada se exponen las más diversas perspectivas y teorías. Está quien distingue la posición del amado de la posición del amante, también quien desdobla a Eros y dice que existe por una parte el amor de los cuerpos y por otra, el amor de las almas. Otros narran mitos sobre los orígenes del amor, por ejemplo el famoso mito de los seres que habían sido divididos en dos luego de haber provocado la ira de los dioses, razón por la cual pasan sus días en busca de su mitad perdida. El médico, por su parte, asimila el amor al equilibrio, a la armonía de los fluidos corporales…

Así se suceden los discursos, uno tras otro, respetando cierto orden. En este contexto reglado, irrumpe de pronto Alcibiades, pasado de copas y dispuesto a arrojar sobre Sócrates los más decididos y escandalosos reproches. Monta -dice Lacan- una escena propiamente femenina.

El Banquete es un texto plagado de enigmas, de curiosidades, que ha atraído sobre sí, el interés de numerosos comentadores y estudiosos a lo largo de la historia. Lacan lo menciona como una “introducción iluminante” al problema de la transferencia. Se propone extraer de allí las claves para pensar el asunto que nos ocupa: las relaciones del amor con la transferencia

En las próximas Jornadas de Temáticos de Colegio Estudios Analíticos tendré la posibilidad de comentarles un poco más sobre el recorrido que voy haciendo sobre este tema, parte fundamental, abc de nuestra práctica.

Celebro la posibilidad que tenemos en nuestra institución de reunirnos, hacer lazo, estudiar con otros, conversar, intercambiar. En este sentido, los Temáticos constituyen oportunidad, una puerta de entrada para cualquiera que esté interesado en estudiar, leer y formarse en psicoanálisis.


Lacan es preciso, “No hay acto por fuera de la transferencia” y “El acto analítico es del analista”. ¿De qué modo abordar estos conceptos en el marco del Seminario XV, “El acto psicoanalítico” dictado en 1967/68?

Desde Freud sabemos que en la neurosis de transferencia, el que escucha “está allí como centro de la escena” y no de cualquier modo. El borramiento de la persona del analista en tanto soporte de la transferencia se despliega desde los primeros textos freudianos, en donde, imitando “la conducta del cirujano”, insta a silenciar los afectos y desprenderse de toda compasión humana.

En “La dirección de la cura y los principios de su poder (1958), ubicamos al “deseo del analista” como la instancia operadora que posibilita en transferencia la posición de quien pagando con su ser, es decir, desprendido de su persona y palabra, dirige la cura.

Presento entonces al acto analítico a partir del deseo del analista como puerta de entrada, es decir, de la mano del des-ser del analista y en el marco del Seminario XV, que nos da la posibilidad de abordar justamente el des-ser del analista desde la perspectiva del acto analítico.

Lejos de una perspectiva técnica, el acto analítico, en tanto acto del analista, se presenta como el fundamento ético de su posición misma, es decir, “no existe analista sin acto analítico”.

Entonces ¿si el acto es del analista, de qué modo su presencia posibilita esta instancia más real, en términos de la reapertura del inconsciente tomado por el acto? ¿desde qué posición animarse a estar “allí como centro de la escena” que en tanto escenario exclusivo donde se despliegan los significantes que condicionan y constituyen al sujeto del inconsciente, presenta en acto su descarnada esencia?


Colegio Estudios Analíticos invita a las Jornadas de Temáticos a realizarse los días 1 y 2 de noviembre. En mi caso, estaré presentando un trabajo que fue concebido en el marco del temático “Acto Analítico y Posición del analista”, en el cual exploro la transformación del concepto de “Interpretación” a lo largo de la historia del psicoanálisis, abordando los avatares y las metamorfosis que ha sufrido dentro de la doctrina psicoanalítica. Desde la interpretación de Freud, hasta la reelaboración propuesta por Lacan, reflexionaré sobre cómo esta noción ha evolucionado y el lugar que ocupa en la técnica diferenciándose del Acto y Deseo del analista, que pertenecen al área de la ética.

Te invitamos a ser parte de esta instancia de intercambio y reflexión, donde los textos y presentaciones nos permitirán profundizar en la teoría y la práctica que configuran la clínica de nuestra época.


“Als Gregor Samsa eines Morgens aus unruhigen Träumen erwachte, fand er sich in seinem Bett zu einem ungeheueren Ungeziefer verwandelt.”

Así comienza uno de los clásicos de la literatura: Die Verwandlung, conocido como “La metamorfosis” de Franz Kafka. La cita al español se tradujo del siguiente modo: “Una mañana al despertar tras un sueño tranquilo, Gregor Samsa se encontró en su cama convertido en un monstruoso ‘insecto’”. Este puntapié promovió una serie de caricaturas e ilustraciones en dónde se podía observar un insecto de dimensiones extraordinarias tendido sobre la cama, algo muy similar a una cucaracha o escarabajo. He aquí el meollo del asunto: las versiones al español e inglés han optado por un significante que culturalmente facilita la construcción figurativa de la imagen de un “insecto” espantoso. El término Ungeziefer empleado por el astuto Kafka no cuenta con un corresponsal, resultando más próxima la noción de alimaña, que intensificada bajo el prefijo Un- deviene de carácter dañino y parasitario. Junto al adjetivo ungeheueren, cuya raíz se define como lo Unheimlich, término reforzado y vigorizado bajo Un-: matiz del lado del plus, monstruoso, excepcionalmente grande, enorme. No hay referencia alguna en el texto original que permita dar cuenta de la encarnación de Gregor Samsa en un insecto. Más adelante, lo llamará Untier, del alemán Tier (animal) bajo el efecto amplificador y transformador del prefijo Un-: monstruo, salvaje y aterrador: “Queridos padres(…) No quiero pronunciar el nombre de mi hermano delante de este Untier y por eso simplemente digo: tenemos que intentar deshacernos de él”. El interés de Kafka en mantener velado bajo la confusión y un matiz enigmático, inquietante, el cuerpo de Gregor Samsa, enfatiza su carácter Unheimliche en el original en alemán. Se percibe la desorientación, un sujeto perturbado, una extrañeza del/en el cuerpo. Este suceso de algún modo deja al protagonista del lado del exceso ante un Real. En conclusión, la primera edición contó con la publicación de un original del ilustrador Ottomar Starke dónde se pueden ver las preferencias Kafkianas: el padre tomándose la cabeza y cubriéndose los ojos, una puerta entreabierta que sólo permite palpar lo sombrío. Ambos, la puerta como límite, como representación de la extimidad, y el padre como Nombre, son lo que Lacan tomará para dar cuenta, entre otras cuestiones, de las formas que pueden tomar los goces y del acontecimiento Unheimliche. En mi interés de desarrollar este concepto, tomaré como referencia algunas producciones ligadas al arte y a los efectos de traducción, tema que nos ocupa en el Temático en el que participo: “Problemas de traducción en psicoanálisis”. A propósito de la celebración de las Jornadas de Temáticos en Colegio Estudios Analíticos, los invito a acompañarme en estas y otras cuestiones que intentaré desarrollar en la presentación de mi recorrido por el término Unheimliche.


Tal vez uno de los primeros momentos del ser humano donde anida la vitalidad, sea su grito expulsado al nacer, y, tiempo después, otro gran acontecimiento: cuando el niño se pone de pie, creación cuya autoría pertenece al entramado del cuerpo con las palabras. Pero el ímpetu en ese se lever, puede presentar su otra cara, en momentos de desvanecimiento de la función vital.

Empuje, drang, es uno de los elementos que Freud en 1915 utiliza para caracterizar ese concepto al que dio un nuevo valor: la pulsión. Distinguiéndola de la necesidad, nos explica que es un concepto límite entre lo psíquico y lo somático. Es efecto del trauma original, abriéndose un nuevo campo.

De allí que el ser humano se encuentre habitado por una fuerza constante irreprensible que parte de su interior a partir de un vacío inicial.

En Pulsiones y sus destinos, Freud se refiere al carácter apremiante de la pulsión. Pero mucho antes, en el Proyecto, también se refería al apremio de la vida: not des lebens que, en sus traducciones puede tomar el sentido de lo estresante del vivir, pero también de un apremio por vivir.

Hubo distintos tiempos en la investigación freudiana sobre este tema. La guerra, y sus devastadoras consecuencias, dieron la oportunidad al psicoanálisis, de encontrarse con la parte más dura del ser humano. A partir de allí Freud formalizó la pulsión de muerte en medio de nuevas presentaciones sintomáticas.

Luego Lacan, lector de Freud, en su enseñanza a la altura de los años 1969-1970, llamó “goce” a esa parte repetitiva en la vida subjetiva, aquello que va contra el bien del sujeto “demoníacamente”.

Aun contando con el estructural “más allá”, ¿qué permite un empuje vital, un deseo que circule hacia la vida?

Entre los cuatro componentes que montan la pulsión que Freud describe en 1915, se va esbozando una hiancia que por el tiempo del dictado de los Seminarios 10 y 11 de Lacan, pasó a ser formalizada como objeto a. Años antes, iba quedando delimitada como “el campo de Das Ding”, desde donde se abren diversas derivas entre lo vital y anti-vital, entre las palabras y lo que corre entre ellas. Allí el análisis aportará su brújula.

El trabajo que comentaré en las próximas Jornadas intentará un tour guiado por algunos de estos temas y distinciones a considerar. ¡Los esperamos!